Ézaro es un pequeño pueblo de la provincia de A Coruña ubicado en la desembocadura del río Xallas. Lo verdaderamente impresionante es que lo hace en forma de cascada sobre el océano Atlántico. Como está bastante cerca de la ciudad de A Coruña decidimos irnos hasta allí ese finde. La ruta nos llevó también por Finisterre y Muxía.
Contenidos
Berdeogas
Arrancamos un viernes, algo más tarde de lo que nos gustaría por obligaciones laborales. Nuestro plan era ir hasta el pueblo de Berdeogas donde hay un área pública. El trayecto es en su mayoría autovía, aunque hay un pequeño tramo de autopista que por 2 euros vale la pena coger.
Esa noche éramos los únicos en el área, toda para nosotros. El suelo es de hierba, así que hay que tener cuidado si está húmeda porque es fácil patinar con la autocaravana. Tiene vaciado de grises y negras y llenado de limpias, con un grifo de rosca. El grifo que hay donde las negras es de pulsador y en ese momento no funcionaba. La pega quizás es que está algo desnivelada, algo que parece hecho a propósito para que el agua no encharque el suelo.
La noche fue tranquila y sin ruidos, la carretera que pasa al lado tiene poquito tráfico. Y al día siguiente tras vaciar y llenar partimos hacia Ézaro, con el GPS puesto para el parking que hay al pie de la cascada, al lado de la central eléctrica.
Ézaro
Para llegar allí el último tramo es una calle estrecha del pueblo, con lo que si te cruzas como nos pasó a nosotros con otra autocaravana uno de los dos tiene que apartarse donde haya sitio. Al menos no hay problemas de altura. El parking estaba bastante lleno, tiene la mayoría de plazas en batería, así que en verano puede ser más complicado aparcar allí.
Caminando hacia el mirador que hay al pie de la cascada pasamos junto a la central eléctrica. Ya en el mirador podemos incluso bajar hasta las rocas junto al agua, con cuidado para no terminar con un chapuzón. Desde allí tenemos una impresionante vista del río Xallas desembocando en el mar.
Paramos a tomar algo en el pueblo, en un bar con una terraza a pie de playa. Allí decidimos nuestro siguiente paso: Finisterre.
Finisterre
Pusimos rumbo hacia el área privada que podemos encontrar en el pueblo. La carretera pasa por pueblos como Cee que vale la pena visitar. Nosotros lo dejamos para otra ocasión y pasamos de largo hacia Finisterre.
El fin del mundo y el fin del camino, en Finisterre está el faro que no hay que perderse, y es a donde nos llevarán nuestros pasos una vez terminemos el Camino de Santiago.
Había llamado previamente al área y como llegamos a la hora de comer, me indicaron que nos instaláramos y ya haríamos el check-in. Eso hicimos, buscamos una plaza y comimos con vistas al mar.
Desde allí se puede ir caminando hacia el puerto de Finisterre, donde podemos encontrar una de las anclas del Casón, para recordar lo acontecido en diciembre de 1987 frente a sus costas. Si seguimos hasta el final del pueblo podemos visitar el castillo de San Carlos, actualmente el museo de la pesca.
En una de las tiendas del pueblo encontramos preciosos adornos de Navidad, y alguna cosa nos llevamos. Mantendremos el misterio un poco más y los veréis más adelante.
La noche en el área con vistas al mar, es un lujo tomar un vino en un lugar así, donde además todavía pueden verse las estrellas. Aquí si sacamos mobiliario, aunque sólo las sillas de las que ya os hablamos en este otro post.
Al día siguiente vaciamos y llenamos en una zona al fondo del área. Allí nos encontramos una curiosidad, un antiguo camión de emergencias reconvertido en autocaravana. Una auténtica pasada.
Muxía
A pesar de que Google lo denomina Mugía (mugía la vaca…), lo busquemos como lo busquemos nos llevará allí. Como ya es domingo el plan es una visita al Santuario de la Virgen de la Barca y volver a casa.
Una vez en Muxia el acceso lo realizamos a través de callejuelas del pueblo, estrechas y con balcones bajos. A pesar de todo con la autocaravana no deberíais tener problemas prestando un poco de atención.
Ya en el santuario nos encontramos con un mar embravecido y mucho viento. Se pueden encontrar puestos de recuerdos y uno de churros. Coincidimos con la salida de la misa con lo que había bastante gente, pero en la zona hay mucho sitio donde aparcar.
Cerca del santuario está además la pedra de abalar, una piedra oscilante rodeada de leyendas, como muchos lugares de Galicia.
De vuelta a casa decidimos parar en un área de descanso cerca de Laracha, ideal para un descanso en el camino, aunque no la veo para pernoctar porque está pegada a una carretera con bastante tráfico. Además tiene un área de vaciado, algo siempre de agradecer.
Y después, ¿a dónde nos llevarán nuestros pasos?